El Partido no puede pensar por todos los cubanos

El Partido no puede pensar por todos los cubanos

CUBANET El capítulo cubano del estalinismo asegura haber logrado la fusión total entre los intereses del pueblo y los del Partido Comunista, que además de ser Gobierno y Estado, pretende ser también nación y patria  Luis Cino. VIERNES, 12 DE MARZO, 2021 | LA HABANA, Cuba. ─ Lenin dijo una vez: “El campesinado y los

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El capítulo cubano del estalinismo asegura haber logrado la fusión total entre los intereses del pueblo y los del Partido Comunista, que además de ser Gobierno y Estado, pretende ser también nación y patria

 Luis Cino. VIERNES, 12 DE MARZO, 2021 |

LA HABANA, Cuba. ─ Lenin dijo una vez: “El campesinado y los obreros rusos son cien veces más revolucionarios que el Partido”. Pero en la Cuba castrista jamás los mandamases han aceptado la posibilidad de que alguien pueda ser más “revolucionario” (en el sentido que ellos entienden dicha palabra) y tener más razón que el partido único.

El capítulo cubano del estalinismo asegura haber logrado la fusión total entre los intereses del pueblo y los del Partido Comunista (PCC), que además de ser Gobierno y Estado, pretende ser también nación y patria.

A partir de enero de 1959, un monólogo ─el de Fidel Castro─ sustituyó al diálogo. Y un puñado de mitos, símbolos y estereotipos reemplazó a la razón. El Máximo Líder, erigido en guía supremo e infalible, sin que lo contradijeran,  se encargó de pensar y decidir por todos.  A él se sometieron las masas, que, en un estado infantil de conciencia pre-lógica, se limitaron a repetir consignas y agitar banderitas.

Los primeros en ser eliminados mediante el exilio, la cárcel o el paredón de fusilamiento fueron los enemigos de clase. Luego, cuando ya no quedaron batistianos, burgueses ni alzados, le tocó el turno a todo el que osara apartarse un ápice de la línea oficial.

Todo el que no coincidiera en un 101% con el pensamiento oficial fue considerado un enemigo. La hostilidad norteamericana sirvió de coartada para imponer la mentalidad de plaza sitiada y considerar que era traición la discrepancia.

Las purgas de los años 60 contra los miembros del antiguo Partido Socialista Popular (PSP) y el cierre, en 1971, de la revista Pensamiento Crítico y el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana indicaron que no había espacio ni siquiera para otro tipo de socialismo.

Los ataques de hace un par años contra los que desde Cuba Posible y La Joven Cuba clamaban por un socialismo democrático y participativo –los  llamados “centristas”─ demostraron que  luego de la muerte de Fidel Castro,  la intransigencia de sus sucesores, incluso con “la crítica dentro de la revolución”,  sigue siendo la misma.

El Partido Comunista, o más bien los altos jerarcas del Comité Central, aspiran a pensar por todos los cubanos y que estos acaten sin chistar sus designios.

La paranoia de los mandamases de la continuidad fidelista percibe la menor de las disensiones como un peligro letal. Para ellos no hay adversario pequeño. Todo el que difiere y pretende salirse de su poder absoluto es tratado como un enemigo.

Artistas, comunicadores, religiosos y activistas ─lo mismo de derechos humanos que los animalistas o los de la comunidad LGBTI fuera del control del Cenesex─ son acusados de ser mercenarios pagados por el gobierno norteamericano y sus agencias de inteligencia. Y para hostigarlos y reprimirlos no tienen reparos en pasar por encima de sus propias leyes, de la constitución y del supuesto “estado socialista de derecho” que proclama.

Los mandamases del inmovilismo han perdido la sintonía con este tiempo que no entienden y que les es desfavorable en todo sentido. Las redes sociales han roto su monopolio de la información y que los ciudadanos tengan voz, aunque sea en el ciberespacio, supone un reto que no saben enfrentar con su obsoleto discurso.

El régimen, cada vez más inepto, con sus políticas antipopulares, va de desastre en desastre, de escándalo en escándalo, de papelazo en papelazo. Para remachar, escogieron el peor momento posible ─el azote de la COVID-19─ y la más inadecuada y torpe metodología para implementar un ordenamiento de la economía. Con ello, han canjeado el simulacro socialista por un capitalismo mercantilista de estado,  sumiendo en el hambre y la indigencia a la mayoría de los cubanos.

Hoy, los mandamases se baten contra las ansias vitales de todo un pueblo. Carentes de un cuerpo doctrinal coherente y creíble, siguen la disparatada liturgia de un poder anacrónico y achacoso que trata de ganar tiempo con tretas que ya no le funcionan.

Basta ver la desmesurada rabieta por la canción Patria y vida, las repulsivas manipulaciones del leguleyo periodista Humberto López en el NTV y los patéticos editoriales de Granma y Cubadebate para descubrir cuan amenazada ve el régimen su existencia.

Los mítines de repudio y las detenciones arbitrarias son muestras elocuentes del agotamiento del régimen, de su pánico y desesperación.

Los símbolos y las consignas que les sirvieron durante décadas siguen su irremediable desvalorización y ya no logran engatusar a un pueblo cansado de tantos vejámenes y promesas incumplidas.

Las protestas y los reclamos se suceden: los artistas, los campesinos, los transportistas, los animalistas, los portuarios. Y no van a parar mientras sigan los atropellos, las prohibiciones y la negación de los derechos más elementales.

Hitler dijo que “un bandido decidido tiene siempre la posibilidad de impedir que los hombres honestos ejerzan la actividad política”. Parece que los castristas, de tanto abusar de la fórmula, agotaron su efectividad.

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  • Frida Masdeu
    March 12, 2021, 3:06 pm

    Verdades todas. Gracias por difundirlo.

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