Diario las Américas. “Los únicos que no se dan cuenta que tienen que cambiar son los que gobiernan en Cuba. Está demostrado que el modelo que han impuesto no funciona” En foto un cartel que advierte sobre el uso del CUC, la moneda que el régimen ha intentado igualar al dólar, en una tienda en
Diario las Américas.
“Los únicos que no se dan cuenta que tienen que cambiar son los que gobiernan en Cuba. Está demostrado que el modelo que han impuesto no funciona”
En foto un cartel que advierte sobre el uso del CUC, la moneda que el régimen ha intentado igualar al dólar, en una tienda en La Habana, el 15 de septiembre de 2020. YAMIL LAGE / AFP
Por IVÁN GARCÍA13 de octubre de 2023
Gerardo, un jubilado de 76 años, diabético, mira desde la acera. Su miserable pensión de 1,528 pesos, algo más de seis dólares en el mercado informal de divisas, no le permite adquirir alimentos que no sean subsidiados por el Estado. “Un kilogramo de castero (pescado) cuesta mil pesos. El dinero que tenía me alcanzaba para comprar una libra. Pero no me la quisieron vender alegando que vendían a partir de un kilogramo. El pollo había que comprar la caja completa que cuesta 7 mil pesos. Y una lata de galletas de soda, 1,500 pesos, mi chequera mensual. Es una locura. El gobierno es el culpable de que los jubilados estemos en la indigencia”, afirma. Gerardo vive junto a su esposa en un apartamento interior en la barriada de Lawton. Caminó más de dos kilómetros hasta esa feria y regresó a la casa solo con una libra de pan de 12 pesos, después de una cola de tres horas. “Sacaban flautas de pan de las MIPYMES a 70 y 80 pesos, pero la mayoría no podíamos comprarla”, dice. Esa noche, la comida de Gerardo y su mujer fue pan con aceite y ajo y un vaso de refresco instantáneo.
La perpetua crisis económica que vive Cuba, arreciada desde 2019 por una etapa de desabastecimiento general, denominada por el gobernante Miguel Díaz-Canel como ‘situación coyuntural’, ha impactado agresivamente en los empleados del sector estatal y en particular en las personas de la tercera edad. “Antes de la coyuntura, mi esposa y yo vendíamos durofrío, maní tostado y cremitas de leche. Ahora una libra de azúcar blanca cuesta en la calle entre 180 y 200 pesos. Y una libra de maní, si lo encuentras, supera los 200 pesos. Así no hay quien viva”, afirma Gerardo.
De la seguridad social le entregaron una tarjeta para almorzar en un comedor destinado a personas de bajos recursos. “Pero la comida es un asco. Poca y mal elaborada. Casi siempre lo que te dan es un cucharón de arroz, una sopa aguada y un trozo de boniato hervido. El administrador y los empleados se roban los alimentos y los venden en el mercado negro. Los viejos y los necesitados, que se jodan”.
Para ganar un dinero extra, Gerardo hace mandados a vecinos de su cuadra y tres veces por semana trabaja de custodio en una escuela secundaria. “Estamos pensando vender el apartamento, nos dan 7 mil dólares y durante un tiempo vivir como Dios manda. Nos iríamos a un asilo de ancianos de la iglesia católica, donde atienden mejor”, confiesa Gerardo.
La bestial crisis económica ha disparado la pobreza extrema y el número de personas que duermen en las calles. Un informe sobre el estado de los derechos sociales en Cuba elaborado por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH), con sede en Madrid, reporta que el porcentaje de cubanos que en 2023 está viviendo en el umbral de la pobreza se sitúa ya en el 88%. En 2022 había alcanzado la preocupante cifra del 75%.
Pero hay un dato peor. Y es que, atendiendo exclusivamente a los ingresos por hogar, poco más de un 2% de la población cubana se libra de la pobreza (el estándar internacional es de 1,9 dólares diarios por persona en un hogar de tres miembros).
Según este criterio, siendo generosos y valorando la tasa cambiaria del dólar a uno por 180 pesos (en estos momentos se cotiza a 250 pesos), en aquellos hogares cubanos que ingresan menos de 30,780 pesos al mes, unos 171 dólares, son pobres: solamente un 3% de los hogares en la isla disponen de entre 23.000 y 35.000 pesos mensuales y solo el 2% lo supera.
Incluso quien recibe remesas como Darlenis, 36 años, madre de dos hijos, la feroz inflación que afecta al país ha provocado un brusco descenso en su calidad de vida. “Hace cinco años, con los 300 dólares que me enviaba cada mes el padre de mis hijos, podíamos desayunar, almorzar y comer y a diario comer carne, pollo o pescado. El dinero me alcanzaba y podía comprarles chucherías y llevarlos a pasear. Ahora yo como algo por las tardes para que mis hijos puedan almorzar y comer más o menos bien. El gobierno ha traspasado la responsabilidad de alimentar, vestir y garantizarle medicamentos a los cubanos, a los familiares residentes en otros países. El padre de los niños, además de enviar dólares, les compra ropa y zapatos y les manda paquetes de comida por agencias que cobran precios escandalosos”, cuenta Darlenis.
Gustavo, economista, explica que “una factura que en 2018 costaba 50 dólares, ahora cuesta 100 dólares o más. Los alimentos han triplicado sus precios en los últimos cinco años. Una libra de carne de res costaba dos dólares en el mercado informal y ahora cuesta cinco. Una caja de pollo costaba 20 dólares y ahora la más barata cuesta 30 dólares. La inflación también ha elevado el precio de los medicamentos, que hace cinco años eran relativamente baratos y ahora han quintuplicado su precio en el mercado informal”.
Tras el anuncio del régimen de una nueva vuelta de tuerca a la escasez, con más horas de apagones, recortes aún más severos en el transporte urbano, cierre de empresas, déficit de combustible y menos comida, se ha disparado el descontento y las críticas a la incapacidad del Estado a la hora de administrar los servicios públicos.
Giselle, estudiante universitaria, expresa que no le tomó por sorpresa la nueva crisis. “Los únicos que no se dan cuenta que tienen que cambiar son los que gobiernan en Cuba. Está demostrado que el modelo que han impuesto no funciona. Pero como son inmovilistas, no quieren abandonar sus puestos y privilegios, porque a ellos no les falta comida, gasolina ni sufren apagones en sus casas ni en sus trabajos.”
Osniel, taxista privado, considera que “si los actuales gobernantes, los nuevos y los viejos, tuvieran un ápice de vergüenza, renunciarían y se marcharían. El pueblo no los quiere. Si el país no se ha venido abajo es por la vigilancia y control que mantiene la Seguridad del Estado. Gobiernan a golpe de miedo, aplicando leyes que les permite sancionar a muchos años de cárcel a cualquier persona que salga a protestar en la calle, aunque sea en silencio con un cartel, como en diciembre de 2020 hizo Luis Robles en La Habana. Pero hasta el miedo tiene un límite”.
Naomi, profesora, piensa que “el único camino que nos queda a los cubanos es emigrar, pues no es un solo problema. Son muchos, desde la falta de alimentos y medicinas hasta apagones de diez horas, déficit de combustible y agua potable. Por si no bastara, no hay dinero efectivo en los cajeros. Es una tortura vivir así”.
A Hiram, desempleado, el gobierno cubano le recuerda las matrioshka rusas. “Cuando uno cree que la crisis se está aliviando, debajo de la manga se sacan un escenario peor que el anterior. Vamos camino a una hambruna. La buena noticia es que terminaremos comiendo yerba. La mala, que la yerba no alcanza para todos”, dice en tono sarcástico.
Diario Las Américas le preguntó a una decena de personas cuál podría ser la solución. Los diez coincidieron que la única salida a la crisis nacional es aplicar urgentes reformas económicas, legales y políticas.
Richard, dueño de una cafetería habanera y uno de los encuestados, opina que no es posible poner en marcha reformas urgentes con los gobernantes actuales. “Deben renunciar, por su incapacidad sobradamente demostrada. Lo ideal sería que cubanos exitosos radicados en Estados Unidos y Europa se hagan cargo del país. No veo otra solución.
Otro encuestado, Luan, músico, cree que el gobierno debiera pedir ayuda humanitaria y reconocer la insolvencia. “De seguir gobernando a golpe de consignas, podemos llegar a un escenario de hambruna y caos como el de Etiopía en 1984”. Cuba vá por ese camino.
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