Una vida dedicada al ejemplo y magisterio del ser cristiano. Nació en Matanzas, Cuba. Licenciado en Teología (Seminario Evangélico de Teología, Matanzas), Máster en Teología (Seminario Teológico de Princeton en Nueva Jersey) y Máster en Educación (Universidad de Miami). En la Cuba pre comunista ejerció su ministerio en Placetas y Santiago de Cuba. Fue
Una vida dedicada al ejemplo y magisterio del ser cristiano.
Nació en Matanzas, Cuba. Licenciado en Teología (Seminario Evangélico de Teología, Matanzas), Máster en Teología (Seminario Teológico de Princeton en Nueva Jersey) y Máster en Educación (Universidad de Miami). En la Cuba pre comunista ejerció su ministerio en Placetas y Santiago de Cuba.
Fue una de las figuras más emblemáticas de la comunidad cubana exiliada en Miami, dejando un legado imborrable de fe, sabiduría y compromiso cívico.
Comenzó como pastor en una iglesia presbiteriana en Cuba cuando tenía 20 años, hasta que fue al exilio en la década de 1960. En Miami, fue pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana Hispana desde 1963 hasta su jubilación en enero de 1992.
Fundó la Escuela Presbiteriana La Progresiva en Miami. La escuela fue fundada originalmente en Cárdenas, Cuba en 1900 por el Dr. Robert I. Wharton.
A principios de 1981, fue uno de los fundadores de un grupo de instituciones educativas bilingües (inglés/español) del condado Miami-Dade, Florida, quienes crearon el Consejo de Escuelas Bilingües (COBIS) con el fin de ayudar a mantener estándares que sirvieran para guiar, supervisar y mejorar la educación de los niños, particularmente los de origen hispano.
A lo largo de su carrera pastoral, el Rev. Añorga se destacó no solo por su labor religiosa, sino también por su activismo y liderazgo comunitario. Fue un puente entre diferentes tradiciones y creencias, ganándose el respeto y la admiración de personas de diversas convicciones. Su capacidad para unir a las comunidades y promover el entendimiento lo convirtió en una figura clave dentro y fuera de la esfera religiosa.
Su partida deja un profundo vacío en la comunidad, que extrañará su voz, su sabiduría y su fe inquebrantable.
A modo de honrar su vida e ideario reproducimos el artículo “Los tiempos cambian”, publicado en el semanario LIBRE.
LOS TIEMPOS CAMBIAN
Ya olvidé a quién le dejé mis libros para que me los guardara. La persona a la que le confiamos algunos preciados recuerdos de la familia, murió hace años; la casa donde pensábamos pasar nuestra vejez hace cuarenta y cinco años está habitada por una familia que ya ha echado raíces allí.
La mayoría de mis amigos han muerto o se han ido a otros sitios y sé que nunca volveremos a encontrarnos. Mis padres, gracias a Dios, llegaron a nosotros y hoy día descansan en un cementerio local, después de haber disfrutado de un ramillete de años de felicidad y paz. Mis hermanos y sus hijos y nietos viven tan cerca que nuestra comunicación con ellos es constante. En Cuba, sin embargo, nos quedan dos hermanos, achacosos y distantes, cada uno con descendencia que no hemos conocido.
¡Han pasado cincuenta y dos años y los tiempos han cambiado! Pero permanecen la infame dictadura de Fidel Castro y su pandilla de facinerosos hincando sus botas manchadas de sangre en el adolorido corazón de mi patria, la que a estas alturas de mi vida miro con la resignación del viajero que no tiene boleto de regreso.
Los tiempos cambian; pero el recuerdo de las cosas que han pasado es inmutable. Hoy peinamos canas, nos molestan las dolencias, nuestros hijos han alcanzado la meta de la adultez y nuestros nietos adolescentes se desplazan en una sociedad y en una cultura que me los hace diferentes. En efecto, han cambiado los panoramas; pero me queda invulnerable e intocable el espacioso ámbito de los recuerdos.
Yo llegué al exilio joven, lleno de ilusiones y compromisos. Desde nuestros primeros días nos afiliamos a los que luchan por la reconquista de la libertad. Larga sería la lista de nombres si mencionara a todos los compatriotas que han quedado en el camino, atribulados por el dolor de no haber logrado la meta de una Cuba redimida. Es inspirador el hecho, no obstante, de que todavía quedemos muchos que no hemos abandonado el compromiso; aunque hayan surgido nuevas generaciones que optan por métodos ó metas que no nos son afines.
Lo que es decepcionante es que al final de nuestras carreras, el tirano Castro haya engarzado en su órbita de odio y violencia a varios gobernantes de América que enarbolan sus arcaicas tácticas de populismo anti norteamericano al tiempo que implantan en sus pueblos regímenes basados en el despojo, la opresión y el crimen.
Chávez “odia” a los Estados Unidos. Evo Morales se ha sumado al club perverso de los anti demócratas y ha creado una “república indígena” que maneja a base de extorsión y demagogia. Pudiera hablar de Argentina y de Brasil, de los riesgos que enfrentamos en Perú y Nicaragua y de la actitud extendida por el continente de hostilidad y desprecio para los cubanos exiliados que constituyen la única ofensiva que se mantiene en contra de Castro y sus neo seguidores. Es cierto, los tiempos han cambiado, y para mal. En Miami hablamos de transiciones, cambios y revueltas y muchos se han
convertido en videntes que anticipan el proceso libertario de la patria. Quizás lo único que nos va quedando, son precisamente estas dos grandes virtudes que son el entusiasmo y la esperanza. Para nosotros, a los que ya el horizonte se nos hace estrecho, lo que cada día va importando más es la decorosa vigencia del pasado.
Un problema, más de índole psicológica que social, es el que muchos exiliados afrontamos cuando creemos que en el futuro puede insertarse la Cuba del pasado. Es cierto que hay valores imperecederos y normas permanentes que es de sabios usar; cierto es que de los errores y de las tragedias podemos derivar enseñanzas que nos impidan el próximo abismo; pero una cosa es todo esto, y otra muy distinta es que podamos injertar el pasado en las convulsas entrañas del presente.
Cuba no vuelve a ser lo que fue. Y no que le toque esa suerte por excepción, sino que esa es la ley universal del desarrollo humano. Me duele confesarlo; pero a riesgo de ser mal entendido, para mí, hoy día, Cuba es la que dejé no la que nos han deformado. Lo comprobé hace poco, cuando la serie internacional de béisbol de la que participó un equipo de la más grande isla de Las Antillas. ¿Quién iba a decirme a mí que iba a desear desaforadamente que un equipo con el nombre de mi patria, perdiera todos sus partidos? ¿Es que he dejado de ser cubano? Pues sí, soy cubano, pero de una
patria que no existe, y extranjero de la que hoy padece bajo el poder destructivo del comunismo. Y no crean que estoy solo. Cansado estoy de oír a compatriotas que explican a otros su identidad: “Yo soy cubano; pero de los de antes, no de los de ahora”. Ser “cubano de los de antes” es una deificación del pasado y una abdicación justificada de los horrores del presente. Lo que queremos decir es que somos dueños de una patria que mantenemos intacta en el corazón, no siervos de una que nos han inventado a fuerza de paredones y atropellos.
Los tiempos habrán cambiado y hasta nosotros hemos cambiado, víctimas de los tiempos; pero lo que no ha cambiado es la Cuba en la que mecimos nuestra niñez y disfrutamos nuestra juventud. A esa le hemos fabricado un santuario
en el corazón y cada día la adoramos con el fervor de un devoto creyente.
He visto a ancianos desvanecerse poco a poco en los rincones de uno que otro asilo. Son cubanos y cubanas que dejaron pedazos de su alma en Cuba y hoy viven abnegados en la tristeza de la soledad y el abandono.
Me compadezco de los que ya no tienen ni siquiera acceso a sus recuerdos; pero me engalano de orgullo cuando oigo a la ancianita de 90 años cantar una estrofa del himno o a un encorvado viejecito de casi un siglo de existencia, hablar de sus indestructibles vivencias de antaño, en una Cuba en la que quizá fue pobre, pero ricamente libre.
Para mí, mi Cuba es la de mis recuerdos. ¡Qué bella la noche que me arropa de quietud y que me sirve de escenario para que goce de mis benditos recuerdos de la gloriosa Cuba de ayer!
Anoche, entre despierto y dormido sentí sobre mi frente un beso de mi madre y recorrí en veloz vuelo los sitios que una vez me fueron propicios. En el Monumento al Apóstol volví a depositar una flor blanca, de la playa de Varadero me salpiqué de espumas. Volví a ser niño, volví a ser hombre.
Cerré lentamente el imaginario álbum de mis recuerdos, y como si se tratara de una oración, me dije a mí mismo:
¡Hasta mañana, Cuba!
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Margarita
January 19, 2025, 1:10 pmEjemplo de cristiano y patriota. Que Dios le reciba a su lado.
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