diciembre 25, 2024. María Teresa López Rodríguez El padre Alberto Reyes, en entrevista para Martí Noticias (Imagen de Archivo) El sacerdote Alberto Reyes cree que esta podría ser la peor Navidad que vive Cuba tanto por la precariedad, los apagones y la escasez, como por la incertidumbre en el país. Es Navidad en la Cuba
diciembre 25, 2024. María Teresa López Rodríguez
El padre Alberto Reyes, en entrevista para Martí Noticias (Imagen de Archivo)
El sacerdote Alberto Reyes cree que esta podría ser la peor Navidad que vive Cuba tanto por la precariedad, los apagones y la escasez, como por la incertidumbre en el país.
Es Navidad en la Cuba de la década de 1970 y Alberto Reyes es un niño católico que vive esa época con ilusión. Fidel Castro había llegado al poder en 1959 y abolido la celebración de la Nochebuena y la Navidad, pero aún en esos tiempos de persecución, burla y cuestionamiento a quienes profesaban alguna fe, dentro de los muros de la iglesia a la que iba Alberto en su pueblo de Florida, Camagüey, la Navidad se vivía con gozo. Allí se sentían libres, dijo él.
Cincuenta años después ese niño es ya un sacerdote. Tras la histórica visita del papa Juan Pablo II, en 1998, el gobierno cubano permitió la celebración de esta fiesta, pero Cuba continúa en un régimen que limita libertades y la ha sumido en una crisis eléctrica, de alimentos y medicamentos sin precedentes. Además, más de un millón de cubanos han abandonado la isla en los últimos tres años y son más de mil los encarcelados por motivos políticos.
Alberto se ha convertido en una de las voces más críticas del gobierno de la isla y ha elegido permanecer en Cuba, a pesar de amenazas de detención y actos de repudio en su contra.
¿Crees que esta es una de las peores navidades que ha vivido el pueblo cubano desde 1959?
No solo es la peor Navidad desde 1959, sino quizás de nuestra historia, tanto por la precariedad, por la situación tan difícil y desesperante que estamos atravesando, los apagones, la escasez, la dificultad para encontrar cualquier tontería, como por este momento de tanta incertidumbre. ¿Qué va a pasar con este país? ¿Qué va a pasar con nuestros hijos, con nuestros nietos?
La emigración es una opción, pero no es la solución. La gran pregunta es ¿dónde está la solución de este país? ¿Cuándo se va a destrabar todo este sistema de modo tal que podamos tener una vida no solo digna, sino mínimamente humana?
No es una Navidad gozosa para este pueblo. La Navidad tiene un mensaje de gozo, pero mucha gente lo está recibiendo en medio del no saber cómo va a ser su día de mañana. Y esto es muy duro.
Si tuvieras la oportunidad de hablar directamente con las autoridades cubanas, ¿qué les dirías?
Les preguntaría si no ven el sufrimiento y la precariedad de este pueblo. ¿Cómo es posible que al pueblo que verbalmente dicen cuidar, proteger, defender, lo estén sumiendo en tanta miseria, en tanta desesperación y no hagan nada nada porque este pueblo mejore? ¿Cómo es posible que se aferren tanto al poder?
Si bien esto no es vida para el pueblo, tampoco es vida para ellos. No creo que las autoridades de este país puedan dormir tranquilas. Creo que viven en alerta, cuidándose las espaldas, protegiéndose. Creo que viven con el miedo de que esto se descontrole, con los ojos puestos en los disidentes, en la gente que habla en contra, en los que se manifiestan, porque saben que en cualquier momento este pueblo estalla.
No creo que puedan vivir en paz y tengan una vida serena y relajada. Me imagino que vivirán con la inseguridad de que alguien pueda hacerles algo, de que alguien pueda dañarlos. Esto no es vida para nadie.
Y yo sé que esta noche es muy oscura, que caminar en el desierto es ya muy largo, que estamos cansados. Pero como decía Oswaldo Payá, “la noche no será eterna”. No puede ser eterna. Creo que el amanecer está más cerca. Tenemos que pedirlo. Tenemos que hacer todo lo posible por adelantarlo.
Creo que no podemos darnos el lujo de dejar de creer que Cuba puede ser diferente, de que Cuba será diferente y de que un día esto que llamamos libertad florecerá plenamente en esta tierra.
El Gobierno no reconoce que en Cuba hay presos políticos, pero cada vez crece más la lista de personas encarceladas por manifestarse pacíficamente, ¿qué le dirías a esos que por exigir y defender su libertad han pasado su Navidad en la cárcel?
Lo primero que les diría es gracias. Gracias por haber alzado la voz, por haber tenido el coraje de salir a las calles y gritar lo que todo el mundo piensa, siente y desea. Lo otro que les diría es que no se rindan, que esto también pasará.
No sabemos cuándo, no sabemos qué tiempo tendrán que sufrir la cárcel, pero esto también pasará. Les diría que no dejen de tener esperanzas. Y que cuiden su alma, que no dejen que este tiempo los corrompa.
A mi me encanta esta anécdota de la vida de Nelson Mandela, cuando una persona que visitó la cárcel donde estuvo preguntó cómo era posible que un hombre que haya vivido tanto tiempo en esas condiciones no hubiera salido de allí odiando.
Creo que ese es el espíritu, porque si nuestros presos políticos salen de la cárcel llenos de odio y de deseo de venganza, entonces este sistema los habrá conquistado. Los habrá destruido para siempre y habrá logrado vencer sobre ellos, corromperlos y romperles el espíritu para siempre.
Creo que el perdón no es fácil, pero es el camino de la libertad plena y lo que les permitirá después seguir alzando la voz por una Cuba nueva y diferente. Ojalá que este tiempo los ayude a crecer en el espíritu y a no ceder al resentimiento y al odio.
¿Cómo crees que el pueblo cubano pueda defender su esperanza en medio de estas circunstancias?
Cifro la descripción de la esperanza en tres principios de los cuales hablo mucho. Uno es que Dios nos ama y sabe lo que hace. Creo que es importante creer que Dios no da una puntada sin hilo, que nada se le escapa de la mano y que si ha permitido este sistema con tanta miseria, sufrimiento y dolor es porque tiene un plan que ahora no entendemos, pero que en su momento se revelará.
Cuando Cristo estaba en la cruz, empezó a rezar ese salmo que ya sabemos cómo empieza, pero que la gente no sabe cómo termina. Empieza diciendo “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. En realidad no es un salmo de desconfianza. Muestra el dolor de una persona, pero después cambia y se explaya en toda una manifestación de confianza en Dios: “Yo sé que tú estás, tú eres mi roca, tú eres mi defensa (…)”.
Ese niño Dios que nace y que celebramos en Navidad lo primero que nos enseña es que hay que confiar en el plan del Padre, aunque a veces nos cueste entenderlo. La cruz parecía una maldición, una desgracia y sin embargo, se estaba gestando allí la salvación de toda la humanidad.
Creo también que Dios no va a permitir que llegue a nosotros nada que no podamos enfrentar. Sé que es difícil, que es cuesta arriba y que nos da la sensación de que no podemos más. Es verdad, pero cuando enfrentamos las cosas, crecemos, nos fortalecemos y nos hacemos más capaces de cualquier cosa.
Lo tercero y último es que Dios no va a permitir que llegue a nosotros nada que no tenga una bendición. Él nunca permite un sufrimiento inútil. En todo hay un regalo que tenemos que buscar. Para mí eso es la fe, confiar en lo que no ves, esperar en lo que no es evidente. Y es importante caminar en la noche, sabiendo que en algún momento llegará el amanecer, aunque a veces la noche se hace muy oscura y muy larga.
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