Opinión DE JOSÉ AZEL. El Nuevo Herald, julio 7, 2022.

El 11 de julio de 2021 se produjeron simultáneamente una serie de protestas contra el gobierno en pueblos y ciudades de toda Cuba. Estas protestas fueron el mayor rechazo al totalitarismo y restricciones a las libertades civiles por parte del pueblo cubano en la memoria reciente. Sin dudarlo, la comunidad de exiliados cubanoamericanos apoyó a sus hermanos en la isla. Y, para aquellos de nosotros que comenzamos a luchar contra el régimen comunista de Cuba desde sus primeros días, las protestas masivas del 11 de julio fueron motivo de orgullo y reivindicación. Nos llaman “Los Históricos”. No estoy seguro si esa etiqueta es un tributo o un peyorativo. Somos la generación de exiliados cubanos que vio la creación del estado totalitario de Cuba a partir de 1959 y vio la devastación sociopolítica de la nación. Somos la generación de héroes envejecidos de la resistencia urbana cubana de los años 60, de la invasión de Bahía de Cochinos, del levantamiento en el Escambray, de la Operación Éxodo de Pedro Pan y de la Guerra de Vietnam. Somos una generación de cubanoamericanos que ha luchado valientemente defendiendo la libertad tanto en nuestra patria adoptiva como en nuestro lugar de nacimiento. Los más jóvenes de nuestra generación ya tienen 70 años, y necesariamente estamos pasando la responsabilidad y el honor de defender la libertad a una nueva generación. Somos una generación que se mantuvo sola contra la corriente y se negó a saludar al régimen totalitario emergente en nuestra patria. Y, sin embargo, hoy en día a veces se nos ridiculiza como a viejos y ancianas intransigentes que se niegan a ver una nueva realidad que, según algunos, exige acomodarse al régimen cubano. Persistimos en una intransigencia solitaria que recuerda esa notoria imagen de 1936 del único hombre en la multitud que se negó a hacer el saludo nazi a Hitler.

Insto al lector a buscar esta fotografía icónica. Es una imagen de cientos de trabajadores de astilleros en Hamburgo, Alemania, prometiendo alianza al Führer con el brazo derecho extendido en el saludo nazi. Si miras de cerca, puedes ver a un hombre (justo a la derecha del centro) que mantiene los brazos cruzados sobre el pecho a pesar de que está rodeado de compatriotas en el hechizo del fanatismo nazi. Solo él se niega a saludar y, en retrospectiva, es el único en el lado correcto de la historia. Nosotros, los exiliados cubanos históricos, también estábamos del lado correcto de la historia. La identidad del hombre que se niega a saludar a Hitler no se conoce con certeza, pero se cree que es August Landmesser. Se unió al Partido Nazi en 1931, pero cuatro años después, cuando se comprometió con una mujer judía, Irma Eckler, fue expulsado. No dispuesto a renunciar a su relación, Landmesser fue encarcelado y finalmente reclutado para el servicio militar penal. En 1944, murió luchando en Croacia. Eckler fue arrestada por la Gestapo y recluida en varios campos de concentración. Se cree que estuvo entre los 14.000 asesinados en el Centro de Eutanasia de Bernburg en 1942. La suya fue una historia de amor sin un final de Hollywood. Menciono a Landmesser para resaltar la audacia y el coraje de los exiliados cubanos históricos que vieron lo que otros no pudieron ver. Al igual que los que lo rodeaban en la imagen, los que nos rodeaban en los primeros días de la Revolución Cubana estaban trágicamente equivocados. Los históricos exiliados cubanos rechazaron el régimen cubano cuando otros lo abrazaron. Resistimos el totalitarismo frente a la histeria colectiva. Los históricos exiliados cubanos trascendieron sus miedos, soportaron el menosprecio y experimentaron la separación de familiares y amigos. Y, sin embargo, somos una generación de guerreros felices que nunca ha renunciado al sueño de libertad de nuestra patria. Todavía no hemos logrado traer la libertad a Cuba. Pero hemos logrado transmitir admirablemente el amor a la patria —tanto a Estados Unidos como a Cuba— a nuestros hijos y nietos. Heredan nuestra lucha con una comprensión innata de la libertad. Aprehenden el libre flujo de información, la libertad económica, los derechos humanos, la libertad política, la transparencia, la libertad de expresión y el empoderamiento del individuo como forma de vida. Sus tácticas de lucha por la libertad serán diferentes a las nuestras, pero estamos pasando la antorcha a una generación que valora la libertad como un logro filosófico y moral. Es una generación que no se dejará fascinar por el hechizo del fanatismo comunista y que, como nosotros y como el hombre de la foto, se negará a saludar los dogmas totalitarios.

Dr. José Azel es un académico jubilado del Instituto de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami.