Enero 29, 2022. Agencia AP MIAMI (AP) — Fue una jugada ofensiva clásica de Rusia que hizo recordar la Guerra Fría. Poco después de entrar en servicio en 2019, el buque de guerra más avanzado de Rusia realizó una gira de buena voluntad por el Caribe, armado con misiles crucero, sistemas de defensa antiaérea y
Enero 29, 2022. Agencia AP
MIAMI (AP) — Fue una jugada ofensiva clásica de Rusia que hizo recordar la Guerra Fría.
Poco después de entrar en servicio en 2019, el buque de guerra más avanzado de Rusia realizó una gira de buena voluntad por el Caribe, armado con misiles crucero, sistemas de defensa antiaérea y otro armamento, pero cuando el barco Almirante Gorshkov llegó al puerto de La Habana, era seguido de cerca por un remolcador ruso de rescate. Fue una señal para muchos de que Moscú dudaba de la fiabilidad del barco y que la visita no era más que un pobre intento de proyectar poder.
Rusia de nuevo está haciendo alardes en medio de crecientes tensiones sobre Ucrania, y ha insinuado que la negativa de Estados Unidos a cumplir sus demandas podría dar pie a una cooperación militar más estrecha con aliados en América Latina.
En los últimos días, varios altos funcionarios rusos han advertido que Moscú podría desplegar tropas o activos militares en Cuba y Venezuela si Estados Unidos y la OTAN insisten en sus actividades en las cercanías de Rusia.
El asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, desestimó rápidamente las amenazas rusas de ojo por ojo. Después del considerable despliegue de soldados en su frontera con Ucrania, la capacidad de Rusia para enviar tropas al hemisferio occidental, a miles de kilómetros de distancia, es limitada en el mejor de los casos, afirman los expertos.
“Esto es pura distracción y no engaña a nadie”, declaró Kevin Whitaker, un exembajador de Estados Unidos en Colombia que fungió como diplomático en Venezuela, Nicaragua y al frente de la Oficina de Asuntos de Cuba en Washington D.C.
“No se trata de una proyección real de poder. Es una exhibición y nada más”, agregó.
Pero incluso si el despliegue de soldados no es más que una bravata, el acercamiento estratégico de Rusia en América Latina es real, y plantea amenazas a la seguridad nacional en una región que generaciones de políticos estadounidenses han denominado “el patio trasero de Washington”.
En la última década, a medida que la influencia de Estados Unidos en la región ha ido disminuyendo, Moscú —y en un grado menor otros adversarios lejanos como China e Irán— han cimentado discretamente sus lazos con los gobiernos autoritarios de Nicaragua, Cuba y Venezuela a través de una mezcla de venta de armas, acuerdos de financiamiento y una intensa actividad diplomática.
Moscú ayudó a Venezuela a diseñar una criptomoneda, perdonó una deuda de 35.000 millones de dólares a Cuba y dirige un complejo antidrogas de alta tecnología en Nicaragua, que muchos creen que es una base encubierta para espiar en toda la región.
Una y otra vez, Rusia ha mostrado su disposición a utilizar su poderío militar cuando se siente amenazada por Estados Unidos.
En 2008, Moscú envió un par de bombarderos estratégicos Tu-160 con capacidad nuclear a Venezuela en medio de las tensiones con Estados Unidos por la breve guerra de Rusia con Georgia, un despliegue que fue seguido ese año por la llegada del buque nuclear Pedro el Grande.
Tras el deterioro de las relaciones con Occidente a causa de Ucrania, Rusia envió más aviones Tu-160 en 2018, y el ejército llegó a insinuar que estaba considerando establecer una base aérea en la pequeña isla La Orchila, en Venezuela, de dimensiones tan reducidas que el aterrizaje de aviones militares en ese lugar habría sido casi imposible.
Hasta en países más amigables con Estados Unidos, como México y Colombia, Rusia fue acusada de espionaje o de participar en campañas de desinformación para influir en las elecciones. Un alto funcionario militar colombiano viajó recientemente a Washington para informar a los funcionarios estadounidenses sobre los intentos rusos de penetrar las comunicaciones del alto mando militar del país, dijo a The Associated Press una persona familiarizada con la visita, que habló bajo condición de anonimato para poder discutir un tema tan delicado.
En las redes sociales, la división en español de la cadena de televisión rusa controlada por el Estado, RT, tiene más de 18 millones de seguidores en Facebook, 10 veces más que la filial en español de la emisora estadounidense Voice of America, según la Alianza para la Seguridad de la Democracia, un organismo de investigación que da seguimiento al aumento del autoritarismo en todo el mundo. También supera a la mayoría de los demás medios de comunicación en español en la plataforma, aunque sigue siendo eclipsada por CNN en español.
Todo esto está muy lejos de los momentos cumbre de la Guerra Fría, cuando Nikita Khrushchev, en 1962, colocó durante un corto período misiles nucleares en Cuba, o cuando el Kremlin tenía un puesto de escucha a menos de 160 kilómetros (100 millas) de Florida, o cuando el gobierno sandinista, que luchaba contra la insurgencia derechista respaldada por Estados Unidos en Nicaragua, construía una base aérea para albergar aviones de combate soviéticos.
El aeropuerto nicaragüense de Punta Huete está hoy semiabandonado, y el presidente Vladimir Putin cerró la estación de espionaje en Cuba hace dos décadas. Con el colapso de su patrocinador comunista a principios de la década de 1990, Cuba entró en una depresión marcada por el hambre generalizada que se conoce como el Período Especial.
Sin embargo, el apoyo de Rusia, aunque limitado, le ha hecho ganar amigos. Recientemente, el presidente nicaragüense Daniel Ortega nombró un cónsul en la península ucraniana de Crimea que Rusia se anexó en 2014. También ha permitido a Putin recuperar parte de la antigua gloria de Rusia en una región que lleva mucho tiempo resentida por el largo historial de intromisión de Washington.
Ahora que Putin intenta apartar a Ucrania —territorio que Rusia denomina el “exterior cercano”— de la OTAN, es probable que dé al menos un golpe simbólico a Estados Unidos en su propia esfera de influencia, dijo Evan Ellis, un investigador de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos, especializado en la influencia rusa y china en América Latina.
“Estoy seguro de que Putin hará algo para proyectar dureza a bajo precio, como siempre hace”, dijo Ellis. “Pero no hará nada que suponga un gran costo para él o que implique problemas más graves, como el despliegue de armas nucleares. Sabe que hay límites”.
El aliado más cercano de Rusia es Venezuela, que durante las dos últimas décadas de gobierno socialista ha gastado miles de millones en la construcción de su defensa aérea con la ayuda de Rusia, desde aviones de combate Sukhoi y helicópteros de ataque hasta radares sofisticados y lanzamisiles que son disparados desde en el hombro.
Tal arsenal le da a Nicolás Maduro la capacidad de infligir un daño grave en caso de cualquier conflicto con la vecina Colombia, el principal aliado de Estados Unidos en la región, dijo el general Manuel Cristopher Figuera, quien fue el jefe de espionaje del presidente venezolano hasta que huyó a Estados Unidos en 2019 después de un fallido golpe de Estado contra Maduro.
“No es una relación ideológica. Es una relación comercial, pero le da a Maduro un escudo que ofrece cierta protección”, dijo Figuera, quien recibió entrenamiento en Cuba y de otro aliado de Putin: Bielorrusia.
Mientras Estados Unidos y sus aliados han tomado medidas para aislar a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela, lo que el exconsejero de seguridad nacional de Donald Trump, John Bolton, llamó la “troika de la tiranía”, Putin ha intentado llenar el vacío.
En los últimos días, el mandatario ruso habló con Maduro, Ortega y Miguel Díaz Canel, de Cuba, para explorar caminos para profundizar la cooperación estratégica. También envió un avión cargado de provisiones médicas a Cuba para ayudarle a luchar contra la pandemia del coronavirus.
Aunque los mandatarios han expresado su gratitud por la ayuda continua de Rusia, hasta ahora han guardado silencio sobre Ucrania, lo que indica que pueden ser reacios a verse arrastrados a otra disputa geopolítica.
“Una de las enseñanzas más importantes de la Guerra Fría para América Latina es que no quiere ser tratada como un peón en el juego de otros”, dijo Whitaker, el exembajador en Colombia. “Lo que Rusia está haciendo muestra una enorme falta de respeto por la soberanía de gobiernos que son supuestamente sus aliados”.
Eso es algo que incluso los leales a Putin empiezan a reconocer.
“Cuba y Venezuela son países cercanos a nosotros, son nuestros socios”, dijo Dmitri Medvédev, subdirector del Consejo de Seguridad de Rusia, en una entrevista con medios rusos.
“Pero no podemos desplegar elementos allí”, añadió Medvédev, que fue presidente de Rusia entre 2008 y 2012, cuando Putin tuvo que pasar al cargo de primer ministro debido a los límites de su mandato. “No se puede hablar de instalar una base allí como ocurrió en la era soviética”.
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